La semana pasada he visto «Terminator 2» en la sala Ciné Doré en Madrid, donde muestran las pelis clásicas — una sala enorme, con ornamentación de estuco en el techo, el techo también altísimo, azul, con líneas doradas que cuasi inmediatamente me recordaron a una catedral. Los palcos con barandillas de madera, la platea que se transforme en un cúmulo extraño de formas rotondas cuando las luces amarillas de lámparas se apagan y la luz lunar de la pantalla ilumina las cabezas congeladas.
El logo de «Carolco», el azul lunar sobre el negro imperfecto del espacio negativo de los años 90, el ruido técnico que no molesta, pero, al contrario, te ayuda, te separa, te invita, te anestesia, te da una dosis pequeña, pero necesaria de opio para atravesar, sin notarla, la frontera dolorosa entre la realidad en la que vives y vas al cine y la realidad — no menos real — en la que viven y existen cosas y experiencias que te definan.
Cuando oyes la voz, de la que ya olvidaste que era de una mujer, diciendo: «3 billion human lives ended on August 29th, 1997. The survivors of the nuclear fire called the war Judgment Day», y ves las imágenes azuladas de las ruinas de Los Angeles, anticipadas y desconocidas en la misma medida, olvidadas justo al punto para surgir inmediatamente de los archivos de tu memoria en el momento de verlas, surgir del largo cajón de catálogo en el que tienes todas tus referencias internas, surgir cuasi con un grito: «¡Son estas!», cuando las ves, las identificas, las reconoces, acoges, les permites pasar la frontera invisible entre lo que no es tuyo y lo que lo es, entrar en tu sangre, disolverse, distribuirse, llegar al corazón y darte un golpe, un otro golpe, un otro golpe, pum, pum, pum, pum, pum-pum, pum, pum-pum, el ritmo, las luces, la voz, las cabezas congeladas, los asientos, la sala, el vacío, los palcos, el techo, la respiración, la de los otros, la tuya, la realidad, el ruido técnico que ya no ves, las letras «TERMINATOR 2», la transición perfecta entre la animación del título y la rejilla del radiador con la que empieza la primera escena, es cuando te das cuenta de que ya estás dentro. No pasa nada. Y ya puedes quitar la máscara de anestesia.
En vez de hablar de tantas escenas icónicas que hay en la peli (que sería aburrido y probablemente inútil, porque ya se conocen todas y, realmente, no parece que se pueda decir muchas cosas sobre algo que es tan apreciado, tan admirado y atrae tanta luz — no es que son sin interés, son más bien como estrellas que te impiden ver lo que estás buscando: los planetas rocosos, los planetas azules, los planetas que sostienen la vida), voy a hablar de una sola escena que estaba esperando durante toda la peli, y una de las para las que vine a verla.
El momento cuando T1000, Sarah y John Connor huyen de la ciudad en el coche después de liberar Sarah del hospital psiquiátrico, el T1000 cuenta a los dos, que lo escuchan boquiabiertos, como Skynet va a tomar control del mundo en el año 1997, hay un pasaje dónde él dice (la ruta pasa rápidamente detrás de la ventana a mitad bajada del coche, el desierto parece tranquilo, los colores son suaves de la madrugada, el cielo bajo, la vegetación rara):
«…then, it will strike Russia with nuclear weapons—»
John interviene: «Why strike Russia? Aren’t we friends now?»
Terminator continúa: «Because it knows that Rus—»
Pero yo ya no escucho — sí, escucho automáticamente, pero la frase de John Connor que ha caído en su lugar siga entrando y saliendo, entrando y saliendo, como una enorme bomba de petróleo, un pumpjack, una llave multidimensional que pasa perfectamente en la cerradura que ella misma había producido hace años — «Aren’t we friends now?» — las palabras de paz, de la comida americana, de los VHS, de las salas sofocantemente pequeñas llenas de chicos y de chicas, hambrientos de ver por la primera vez una peli erótica, estantes de las tiendas de alimentación, vacíos, llenos, vacíos, llenos, vacíos, vacíos, cupones de racionamiento, clases de educación física, la lentitud de la literatura clásica, la oscuridad de la madrugada, el frío insoportable, las labras congeladas, cabezas en la luz, la reja de la cerca alrededor del colegio, la cerca alrededor de la estación de policía, la rejilla de un gran camión, las palmas, el asfalto, el océano, el azul del Pacífico, el azul uniforme y sencillo de las ondas, el verde de las islas, el negro de las plataformas petroleras en la Pacific Mission en «F-29 Retaliator» que tú diriges desde tu casa que no es realmente la casa, que es una burbuja que vuela, que se mueve, que atraviesa el océano, que atraviesa el continente y que aterriza en Los Angeles, verde, luciente y lleno de vida.
Siempre me he preguntado: ¿sabía James Cameron que estaba haciendo con esta frase? ¿Lo sabía que ha afectado a toda una generación de chicos y de chicas? ¿Lo sabía que ha cambiado el mundo? ¿Que ha creado un otro? ¿Que ha desencadenado un movimiento en el futuro dependiente de las acciones en el pasado, que, en su vez, se definía por un futuro incierto, cuasi como en su propio guion? ¿Que ha dado una esperanza a los que no supieran que era esperar y por qué hay que hacerlo, pero después de aprenderlo, la han puesto en sí mismos, usando un extraño, pero muy sencillo dispositivo, como un ladrón inserta la llave en la cerradura al otro lado de la puerta, para acceder a la realidad, no menos real que aquella en la que vivimos? ¿Que ha leído todos los números de «Cool» y de «Molotok» sin saber leer ruso? ¿Que ha asistido a todas las peleas en el patio de la escuela? ¿Que ha visto todos los dibujos de las naves espaciales con las letras inseguras e irregulares «U.S. AIR FORCE» en sus cascos? ¿Lo sabía o no?
No lo sé. Pero al salir del cinema y al ver la calle, calentada, reluciente, llena de luz y del oro fundido del día caloroso del principio de julio, su perspectiva como si abriendo el camino para sí misma entre las siluetas negras y delgadas de personas y de los coches y de las fachadas, desarrollándose delante de mí, cuando me puse a andar, y volvió el ruido de las voces humanas que hablaban de cosas que no tuvieron nada que ver con el ataque de Skynet, pero de alguna manera acababan permaneciendo en el contexto, me he dicho que probablemente sí.